jueves, 17 de enero de 2008

Yosuke Yamahata

Yosuke Yamahata (6 de agosto de 1917-18 de abril de 1966), fotógrafo japonés.
















Biografía

Yosuke recibiría su primera cámara, una Leica, de su padre, en 1935, el cual había fundado un estudio fotográfico. En 1941 Yamahata fue incorporado como fotógrafo al Cuerpo Occidental del Ejército de Japón.

El 9 de agosto de 1945 se le ordenó que tomase fotografías de los efectos de un nuevo tipo de bomba lanzada sobre Nagasaki, junto con otros dos hombres. Al día siguiente con la cámara que le había regalado su padre cumplió el cometido. Se pasó las doce horas siguientes documentando el desastre. Fue acompañado por el pintor Eije Yamada, y el escritor Jun Higashi quienes debían tomar apuntes sobre los efectos del bombardeo. Viajaron por tren sorteando mil dificultades, en un viaje que llevó el doble del tiempo necesario, llegaron el día 10 de Agosto de 1945, menos de 24 horas después que la bomba fuese lanzada.

Yosuke Yamahata y sus compañeros se dirigieron hasta el puesto de policía cercano a la bahía de Nagasaki, atravesaron escombros y cenizas, en total oscuridad. Después de un descanso en el desnudo suelo; cuando asomaban los primeros rayos de sol, Yamahata comenzó a tomar fotografías. Por la tarde capturó las últimas imágenes cerca de la estación de primeros auxilios al norte de la ciudad. En un solo día, había completado el único registro fotográfico, del día después del bombardeo atómico. El dantesco escenario estaba grabado, aunque de manera efímera, en las mentes de esos tres hombres, pero las películas contenían las imágenes imborrables de la peor tragedia ocurrida en el mundo, por obra del hombre. En vez de enviar las fotos a los militares japoneses, Yamahata volvió con ellas a casa con su familia en Tokyo.

Las fotografías de Yamahata son el registro más completo sobre la bomba atómica en las horas posteriores al bombardeo. El New York Times definió las fotografías de Yamahata como "algunas de las más poderosas imagenenes creadas nunca"

El día de su vigésimoctavo cumpleaños, el 6 de agosto de 1965, cayó fuertemente enfermo, moriría en 1966 de cancer de duodeno, se cree que debido a las radiaciones a las que se expuso durante su estancia en Nagasaki. Está enterrado en el cementerio Tama de Tokyo










Memorias de "Fotografiando la bomba" (1952) Yosuke Yamahata

Estoy profundamente inclinado a presentar este archivo al público recordando la ocasión en la cual tomé esas fotografías. Se han publicado muchos artículos, tanto desde el punto de vista de los expertos como el de las víctimas, acerca de la capacidad militar de la bomba y de los trágicos daños que causó. No considero que me corresponda hablar sobre esos temas.

En vez de ello, creo que es mi obligación dejar que quienes las vean juzgar con absoluta libertad sobre la información tan dramáticamente capturada por la cámara. Puede ser útil contemplar este archivo para conocer las razones por las cuales tomé estas fotografías y para que se sepa los pensamientos que tenía mientras las tomaba, por tanto describiré los hechos así como las circunstancias del momento tan fielmente como las recuerdo.

No fue un día como cualquiera...

En los alrededores del 1 de Agosto de 1945, el ferrocarril de Tokaido había sido el blanco de ataques diarios de aviones embarcados en portaaviones que asediaban Japón. Para poder viajar a la Oficina de Noticias e Información del Cuerpo de Ejército Occidental tomé la línea del ferrocarril Chuo hasta Nagoya y de ahí hacía transferencia a la línea de ferrocarril de Sanyo que entonces circulaba en vez de la línea evacuada de Tokaido. La noche del 5 de agosto pasé por Hiroshima y el 6 de agosto llegaba al cuartel general en Hacata.

Un nuevo tipo de bomba...

La mañana de mi llegada, Hiroshima había sido el blanco del primer ataque atómico. En esos días, la bomba atómica era conocida como el simple nombre de "nuevo tipo de bomba" y por entonces sólo la gente que conocía la magnitud de los daños causados en Hiroshima, pudo palpar el temor que su enorme poder producía. Las autoridades militares cursaron órdenes para que los soldados llevaran mantas cuando salieran, para evitar al máximo el exponer la piel ante el estallido. Por esos detalles uno puede imaginar la actitud de las autoridades militares en relación con la bomba. El público en general tenía mucho menos información para enfrentarse a sus efectos devastadores, pero los rumores eran, que la nueva bomba era diez veces más poderosas que cualquier cosa conocida hasta esos momentos.

Ahora Nagasaki

Tres días pasaron en esas condiciones, y el 9 de agosto, después del lanzamiento, escuchamos las noticias de que otra del "nuevo tipo de bomba" había sido lanzada en Nagasaki. Aunque no sabíamos los detalles, fui enviado inmediatamente a la escena del bombardeo para tomar fotografías, conjuntamente con el escritor Jun Higashi y el pintor Eiji Yamada.

La larga jornada

De haber funcionado los trenes normalmente, el viaje nos hubiera costado 6 horas. Pero tal y como estaban las cosas, en realidad ese día nos llevó 12 horas para llegar a la estación Michino-o, justo antes de Nagasaki, cuando eran alrededor de las tres de la mañana.

"Todo está en ruinas...

"Recuerdo claramente el aire fresco de la noche y el cielo despejado que mostraba su manto de estrellas. Descendiendo por el camino que bordea la montaña y cruzando por sus bordes llegamos a la puerta del arsenal Mitsubishi. Un solo centinela con bayoneta calada montaba guardia ante la puerta de piedra y cuando le preguntamos sobre la situación, nos dijo que todo estaba en ruinas y que la ciudad de Nagasaki estaba peor aún.

Nagasaki totalmente destruida

Un viento caliente comenzó a soplar. En todos lados se veían pequeños incendios, como antorchas apagándose: Nagasaki había sido totalmente destruida. Yamahata, Higashi y yo caminamos rápidamente a lo largo del camino de la prefectura que corre en medio de la planicie. Pisando con cuidado a pesar de la prisa que llevábamos, prácticamente tropezábamos con cuerpos humanos y de animales que yacían a nuestro paso. Por favor, traigan un doctor...Después de caminar como un kilómetro, fuimos detenidos al pie de un pequeño puente de piedra. Apoyándose contra el puente, con la piernas desencajadas, una madre arrullaba a un pequeño niño, balbuceando con voz suplicante y entrecortada: "Por favor traigan un doctor... un doctor, por favor, rápido..."

Ella probablemente había estado ahí, herida, durante tal vez diez horas, esperando ayuda. Nosotros no sabíamos qué hacer; estábamos impotentes, no teníamos medios para ayudarla, excepto confortándola y dándole ánimos. El niño, por supuesto, colgaba inanimado, sin vida en sus brazos.

Escombros y cenizas

No había veredas, ni calles, pero avanzamos haciéndonos caminos sobre las cenizas que se extendían hasta donde nos alcanzaba la vista. En las primeras horas de la mañana, después de caminar cerca de dos horas, llegamos al cuartel de la policía militar. A la espera de la luz del día, las órdenes que nos dieron el día de nuestra partida fueron fotografiar la situación en Nagasaki de manera que sea lo más útil posible para efectos de propaganda militar. Al mismo tiempo, me preocupaba descubrir la manera en que uno podría sobrevivir en medio de esa tragedia. Esos fueron los dos únicos pensamientos en mi mente, apenas pude echarme a descansar, observando el hermoso cielo estrellado y esperando a que la luz del día fuera suficiente para comenzar a tomar fotografías.

Sólo cenizas

La apariencia de la ciudad era diferente a la de otros lugares bombardeados: aquí, la explosión y los incendios habían reducido toda la ciudad (unos cuatro kilómetros cuadrados) a cenizas en un solo instante. Cuadrillas de auxilio, equipos médicos y de bomberos, no podían hacer otra cosa que esperar. Sólo la suerte de haber estado en un refugio antiaéreo, bien ubicado, podía haber permitido la supervivencia.

El infierno en la tierra

Aún si los equipos médicos y de bomberos, de las cercanías, hubieran podido llegar rápidamente a la escena, habrían sido impedidos de hacer su trabajo por encontrarse los caminos completamente bloqueados con escombros y restos calcinados. Uno no tenía la más remota idea de dónde se encontraban las tomas de agua y por lo tanto no habría sido posible combatir el fuego. Los servicios de teléfono y telégrafo estaban interrumpidos; los equipos de rescate no podían contactar al mundo exterior por ayuda. Era en verdad el infierno en la tierra. Aquellos que apenas pudieron sobrevivir a la intensa radiación -con los ojos quemados y la piel calcinada y ulcerada- deambulaban apoyándose en palos para poder sostenerse esperando la ayuda. Ni una sola nube amortiguaba los rayos del sol de ese día de agosto, brillando inmisericorde en ese segundo día después del estallido.

Al fin llegó la ayuda

Aunque provisiones y suministros de emergencia habían llegado temprano por la mañana, no fue sino hasta medio día cuando las cuadrillas de rescate del Cuerpo de Ejército de Isahaya y del Cementerio Naval de Omura llegaron para prestar ayuda médica. Continué fotografiando, bajo esas condiciones, hasta aproximadamente las tres de la tarde, hora en que según mis órdenes debía preparar el regreso. Abordé el tren que llevaba a hospitales cercanos a víctima gravemente heridas, llegando a Hacata como a las 3 de la mañana del día 11.U na bendición entre esas infortunadas circunstancias, es el hecho de que las fotografías nunca fueron utilizadas por el ejército.











http://www.exploratorium.edu/nagasaki/journey/journey1.html


RETRATO II : ALEGRÍA INDIFERENCIA FELICIDAD


TRISTEZA





















INDIFERENCIA























ALEGRÍA

martes, 18 de diciembre de 2007

¿piensan los jóvenes?

¿Piensan los jóvenes?

Autor: Jaime Nubiola
Profesor de Filosofía
Universidad de Navarra

Fecha: 20 de noviembre de 2007

Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)



La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios".

Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya" -dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está.




En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento -por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida".


El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.

De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.


Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general- que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.


Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.




RETRATO I


LOS GUARDIANES

¿Qué haceis, caballero, de nuevo por estos lares?

¿Llegais cansado de vuestro arduo viaje?
Veo vuestra armadura muy gastada
y veo la tristeza en vuestra mirada.

¿Por qué no vais a vuestra casa si estais cansado?
en vez de venir a sentaros a orillas de este acantilado,
con una caja llena de sueños rotos en vuestras manos
y con la esperanza de que la Luna Violeta vaya a buscarlos.

Luthien
www.guardianes-del-reino.com

Reflejos,ilusiones,sombras...

dulce reflejo

me devuelves hielo a una mirada, reflejo,errores del pasado y música en mi presente de nana,juego de zarcillos entre tus dedos amasan segundos de sabor dulce de llanto.
















Cámara oscura, techo del sueño, ojos oradores, pozo de champán, enigma diminuto, memoria sedienta, caricia o daga inesperada, metáfora hecha carne, exceso de saliva o de silencio, chic vagabunda, frasco de canela encerrado en una caja con candado imaginario.

Bohemika


























La simetría quiere ser mi reflejo.























Reflejos oníricos del caleidoscopio de mi alma.

Rincones de Pamplona
























Pamplona:


Suerte de caminos,texturas e íntimos rincones abren en mi mente lugares inexplorados aún,después de tantos años,si mi mirada se deja,seducen mis vísceras las texturas de piedras,colores y la joya de sol,que por breve y bello baña los vestidos mas coloridos de la parte vieja;mientras,desde lo alto,contemplo gozoso el susurro callado de una ciudad con aire a verdad medieval.






La fragilidad pétrea del poema pamplonica.
Su olor maravilloso y profundo de años húmedos y vientos frescos.






























EL COLOR



























SU GENTE